martes, 20 de septiembre de 2011

Tarta de chocolate y naranja



- 1 bizcocho redondo cortado en tres capas (se pueden usar las bases para tartas que se venden ya preparadas en los supermercados).
- 400 gr. chocolate negro.
- 200 gr. nata.
- 5 naranjas.
- 150 gr. mermelada de naranja amarga.
- 300 gr. azúcar.
- 100 gr. agua.
- Una pizca de sal.


1. El día anterior al que vayamos a servir la tarta debemos preparar una ganache de chocolate y un almíbar de naranja de la forma que comentamos a continuación.

2. La ganache se comienza a preparar picando el chocolate, que reservaremos. A continuación ponemos al fuego un cazo con la nata hasta llevarla a ebullición, con una pizca de sal y la ralladura de dos naranjas. Añadimos el chocolate y emulsionamos bien con las varillas hasta que quede una crema homogénea. Enfriamos bien en la nevera.

2. Para el almíbar de naranja, pelamos 3 naranjas cuidadosamente y con un cuchillo bien afilado para obtener sólo la cáscara anaranjada, sin la parte blanca, que amargaría el almíbar. Cortamos la piel en juliana. Exprimimos las naranjas peladas y cocemos un almíbar con el zumo y el azúcar, añadiendo la juliana de cáscara de naranja. Tras cocer aproximadamente 20 minutos, reservamos para el día siguiente.

3. Montamos la tarta del siguiente modo: la primera capa de bizcocho se moja con el almíbar y se unta con la mermelada y la cuarta parte del ganache de chocolate. Colocamos la segunda capa de bizcocho y volvemos a mojar con almíbar y untar de mermelada y otra cuarta parte de chocolate. En la tercera capa, la última, sólo mojamos con el almíbar y cubrimos la tarta con el chocolate que queda, procurando que quede bien liso.

4. Adornamos con la cáscara de naranja confitada en el almíbar.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Antonio López

(Tomelloso, Ciudad Real, 1936 - afortunadamente vive)

«Mira, creeme, la gente está ansiosa de realismo, no tienes más que ver las colas ante el Thyssen. Hay una cierta unanimidad social sobre que la abstracción es una estafa. Puede ser injusto, pero el arte moderno está pagando sus excesos».

Con estas palabras en la cabeza -el autor ya estará sonriéndo leyendo estas letras- recogí mi entrada en las taquillas del Thyssen (si no hubiera reservado por internet hubiera sido imposible) y penetré en las salas temporales del museo.

Mi impresión inicial fue de cierta prevención. La unanimidad no me gusta demasiado y en la entrada se arremolinaban familias de turistas, peregrinos de las JMJ, guiris con pinta de entendidos y algunos turistas japoneses. Veremos.

Tras las primeras obras, me vienen a la cabeza los criterios clásicos de "integritas, proportio, claritas". Con López volvemos a la tradición de la belleza basada en la proporción y la claridad, aplicada a temas contemporáneos (la ciudad postindustrial, el desnudo cotidiano, el retrato) y nuevos materiales (acero, hormigón).

Me sorprenden mucho los formatos, muy grandes, demostración de su dominio apabullante de la técnica. Las esculturas son sobrecogedoras en su profunda -y moderna- humanidad. Dan cierto miedo, siento decirlo. Me explico perfectamente que sean esculturas para espacios públicos, que pocas se conserven en jardines o estancias privadas.

Sobre los paisajes, los famosos paisajes básicamente de Madrid, son fantásticos, inquietantes. Da la sensación de que casi ninguna de las obras tiene un significado más que la imagen en sí, la impresión de un mundo vacío, construido/creado con el único fin de que el artista lo plasme en el lienzo.




¿La soledad de la gran ciudad? ¿El vacío de relaciones en medio de la muchedumbre? No me atrevo a tanto, básicamente porque me parecen lugares comunes en muchas crónicas.

No nos engañemos, todos necesitamos cierta sensación de soledad para no quedar atrapados en el agobio social.

Si te acercas al lienzo, la pincelada es delicada, corta, con colores tenues, matizados. En los folletos se puede leer que el autor es perfeccionista hasta la obsesión, que varios cuadros han sido objeto de correcciones años después de su entrega al coleccionista. No tengo tanto ojo como para percibir este aspecto, pero la minuciosidad del trazo da mucha fuerza a las imágenes.


«A mi estas multitudes para ver una exposición me cansan muchísimo. Sin embargo, quedarme un rato frente a "La Gran Vía" o "Madrid desde Torres Blancas", me ha producido una sensación tan placentera que lo recordaré durante mucho tiempo».

Estoy de acuerdo.



["Antonio López", la exposición antológica del Museo Thyssen Bornemisza de Madrid, termina el 25 de septiembre de 2011]

viernes, 2 de septiembre de 2011

Pastela

Llevaba tiempo con la idea de cocinar esta especialidad marroquí, que en su receta original utiliza una masa mucho más fina y difícil de manejar que el hojaldre, casi imposible de encontrar en España, y suele rellenarse más de pichón que de pollo. Ésta que veis en la foto la preparé para el cumpleaños de mi amiga Mariví, donde un montón de amigos llevamos nuestras "delicias" gastronómicas, y creo que quedó bastante bien.


- 2 pechugas de pollo.
- 2 cebollas grandes.
- 100 gr. de almendra fileteada.
- Medio vaso de fino (Jerez o Montilla).
- 2 placas de hojaldre.
- Aceite de oliva.
- Sal.
- Pimienta negra.
- Canela.
- Azúcar glass.
- Azúcar molido.
- Comino molido.
- Semillas de cilantro.
- 1 huevo.

1. Picamos la carne de las pechugas, bien limpia, en trozos pequeños y regulares. La aliñamos con sal, dos cucharadas de comino molido, media cucharada de pimienta molida y media cuchada de semillas de cilantro que habremos previamente machacado en el mortero.

2. Picamos muy fina la cebolla y la sofreímos en aceite hasta que quede bien dorada. La escurrimos bien y la reservamos.

3. Con el aceite de la cebolla, sofreímos la carne y, cuando ya esté bien frita, incorporamos el vino y la cebolla, para que se cocine hasta quedar tierna. Debemos probar de sal y pimienta. Una vez cocinada, apartamos y esperamos a que se enfríe.

4. A continuación, y con el relleno ya templado, extendemos una de las placas de hojaldre sobre un papel de horno y estiramos bien con el rodillo. Colocamos el relleno de la carne encima, procurando no manchar los bordes de la masa.

5. A continuación rociamos el relleno con las almendras fileteadas, tres cucharadas de azúcar y dos cucharadas de canela.

6. Comenzamos a precalentar el horno a 190 grados, con calor arriba y abajo.

7. Tapamos la pastela con la otra placa de hojaldre, previamente extendida hasta quedar muy fina. Cerramos todos los bordes, con cuidado de no romper la masa. Pintamos con huevo batido y con una aguja pinchamos la masa en varios puntos.

8. Horneamos durante 20 minutos, vigilando de vez en cuando para no quemar nuestra pastela.

9. Una vez fría, se decora con azúcar glass y canela molida.