[Haití (Antillas Francesas), 1785 - New York (USA), 1851]
La afición del mundo anglosajón por la pintura de naturaleza, sea de paisajes, de animales o de plantas, tuvo su cénit en el siglo XIX, momento en que decenas de expediciones recorrieron el mundo a la búsqueda de nuevas especies que clasificar y describir.
Con ellas viajaban dibujantes y pintores para registrar para la Ciencia los nuevos descubrimientos, trabajando del natural o sobre especimenes cazados para la ocasión. En aquellos tiempos no se planteaban todavía problemas morales a la hora de capturar animales salvajes para las colecciones de los científicos o de los simples aficionados.
Las obras de los mejores pintores de mamíferos, flores, y, sobre todo, aves, comenzaron a ser publicadas en álbumes cuidadosamente editados, que tuvieron una enorme popularidad en la burguesía inglesa o norteamericana de la revolución industrial. La invención de nuevos modelos de imprenta permitió la reproducción de las obras con una calidad hasta entonces desconocida.
La ornitología siempre ha atraído a un mayor número de aficionados que otras ramas de la zoología, con lo que a partir de 1820 comenzaron a publicarse guías de identificación de las aves americanas, africanas o asiáticas, recién descubiertas, y de las europeas, donde día sí y otro también se describían también nuevas especies.
Una de las obras fundamentales de la época fue “The birds of America” de John James Audubon, publicada en 1839, la obra de un genio que en 435 planchas describió la mayor parte de las aves conocidas en América en aquel momento.
La obra de Audubon causón sensación, sobre todo por las novedades que aportaba: realismo del plumaje, estudio del comportamiento del animal y elección de posturas que permiten una correcta identificación. Todo lo que buscamos hoy en una buena guía de aves.
El artista consiguió este salto de calidad sobre sus contemporáneos con una enorme capacidad técnica y pasando muchas horas en el campo, donde realizó miles de bocetos al natural, y en su estudio, donde trabajaba con multitud de especimenes que fueron capturados o cazados para ese propósito.
Una característica muy especial de estas obras es su enorme formato, inusual hasta entonces en el retrato de aves u otros animales. Esto las hace todavía más raras y valiosas, dada la dificultad de controlar el trazo y el color de los plumajes en una superficie tan amplia.
En esta entrada os presento algunos de sus trabajos, realmente notables para los medios técnicos de la época. La obra de Audubon destila el sabor de los descubrimientos del siglo XIX, nos transportan al camarote de Darwin en el 'Beagle' o al despacho de Wallace en Londres, auténticos héroes de la ciencia.
Esta entrada está dedicada mi buen amigo José Antonio Sencianes (http://diariodeunacuarelista.blogspot.com/), un genio de la pintura, que tanto me ha enseñado a disfrutar de la naturaleza. Un nuevo J.J. Audubon.
2 comentarios:
Muy buena la aportación sobre Audubon. He conocido tu blog a través de Sencianes.
Gracias Gabriel, encantado. Da recuerdos al maestro Senci, que lo vemos poco por Málaga.
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