martes, 24 de enero de 2012

Pastel de morcilla de Burgos

Este pastel puede ser un buen plato para preparar la víspera de una cena con invitados, ya que se puede recalentar sin problema, y nos permite ofrecer una "pie" o "quiche" muy española. Espero que os guste.









Para la pasta brisa:

- 150 gr. de harina de trigo.
- 75 gr. de mantequilla.
- 1 gr. de sal.
- 4 cucharadas de agua.

Para el relleno:

- 1 cebolla.
- 5 huevos.
- 50 cl. nata líquida
- Sal y pimienta.
- Aceite de oliva.
- 1 morcilla de Burgos.


1. La cebolla se corta en juliana y se sofríe con aceite de oliva, sal y pimienta, muy lentamente, hasta que quede con un color dorado y textura melosa. Se reserva, desechando el exceso de aceite.

2. Montamos la pasta brisa, mezclando bien todos los ingredientes juntos, sin amasar demasiado. Debe reposar media hora en la nevera.

3. Mezclamos la cebolla rehogada con los huevos, la mitad de la morcilla bien desmenuzada, la nata y sal y pimienta.

4. Extendemos la pasta brisa, bien fina, y cubrimos con ella un molde, a ser posible desmoldable.

5. Añadimos por encima el relleno. y sobre él colocamos el resto de la morcilla, pelada, en rodajas finas.

6. El pastel se hornea durante media hora a 170 grados, con el horno bien precalentado, cuidando de que no se queme.

domingo, 15 de enero de 2012

John James Audubon

[Haití (Antillas Francesas), 1785 - New York (USA), 1851]

La afición del mundo anglosajón por la pintura de naturaleza, sea de paisajes, de animales o de plantas, tuvo su cénit en el siglo XIX, momento en que decenas de expediciones recorrieron el mundo a la búsqueda de nuevas especies que clasificar y describir.

Con ellas viajaban dibujantes y pintores para registrar para la Ciencia los nuevos descubrimientos, trabajando del natural o sobre especimenes cazados para la ocasión. En aquellos tiempos no se planteaban todavía problemas morales a la hora de capturar animales salvajes para las colecciones de los científicos o de los simples aficionados.

Las obras de los mejores pintores de mamíferos, flores, y, sobre todo, aves, comenzaron a ser publicadas en álbumes cuidadosamente editados, que tuvieron una enorme popularidad en la burguesía inglesa o norteamericana de la revolución industrial. La invención de nuevos modelos de imprenta permitió la reproducción de las obras con una calidad hasta entonces desconocida.

La ornitología siempre ha atraído a un mayor número de aficionados que otras ramas de la zoología, con lo que a partir de 1820 comenzaron a publicarse guías de identificación de las aves americanas, africanas o asiáticas, recién descubiertas, y de las europeas, donde día sí y otro también se describían también nuevas especies.

Una de las obras fundamentales de la época fue “The birds of America” de John James Audubon, publicada en 1839, la obra de un genio que en 435 planchas describió la mayor parte de las aves conocidas en América en aquel momento.

La obra de Audubon causón sensación, sobre todo por las novedades que aportaba: realismo del plumaje, estudio del comportamiento del animal y elección de posturas que permiten una correcta identificación. Todo lo que buscamos hoy en una buena guía de aves.

El artista consiguió este salto de calidad sobre sus contemporáneos con una enorme capacidad técnica y pasando muchas horas en el campo, donde realizó miles de bocetos al natural, y en su estudio, donde trabajaba con multitud de especimenes que fueron capturados o cazados para ese propósito.

Una característica muy especial de estas obras es su enorme formato, inusual hasta entonces en el retrato de aves u otros animales. Esto las hace todavía más raras y valiosas, dada la dificultad de controlar el trazo y el color de los plumajes en una superficie tan amplia.

En esta entrada os presento algunos de sus trabajos, realmente notables para los medios técnicos de la época. La obra de Audubon destila el sabor de los descubrimientos del siglo XIX, nos transportan al camarote de Darwin en el 'Beagle' o al despacho de Wallace en Londres, auténticos héroes de la ciencia.
Esta entrada está dedicada mi buen amigo José Antonio Sencianes (
http://diariodeunacuarelista.blogspot.com/), un genio de la pintura, que tanto me ha enseñado a disfrutar de la naturaleza. Un nuevo J.J. Audubon.





















domingo, 8 de enero de 2012

Sopa de remolacha



Otra receta vegetariana, y una vez más nos atrevemos con el recetario de Marco Gavio Apicio 'De re coquinaria'. Estos romanos sabían lo que hacían, está realmente buena.



- 6 remolachas.
- 2 cebollas.
- 1 diente de ajo.
- 1 rebanada de pan cateto.
- 50 gr. de queso curado.
- Aceite de oliva virgen.
- Sal
- 4 granos de Pimienta negra.
- 8 granos de enebro.
- 10 granos de comino.
- Agua.
- Cebollino.

Para la crema de queso:

- 200 ml. de nata líquida.
- 100 gr. de queso curado.


1. Picamos la cebolla y los ajos y los rehogamos con dos cucharadas de aceite, hasta que estén dorados.

2. Cortamos la remolacha, la incorporamos al sofrito, cubrimos de agua y cocemos durante unos 20 minutos (hasta que esté tierna).

3. Molemos bien en un mortero la pimienta, el comino y el enebro, con un poco de sal para facilitar el triturado.

4. Preparamos una crema de queso cociendo nata en un cazo, a la que añadiremos 100 gramos de queso curado rallado. Montamos con las varillas mientras hierve, hasta conseguir una espuma ligera. Reservamos al calor.

5. Una vez cocida la remolacha, reservamos la mayor parte del líquido de cocción (lo incorporaremos luego a la crema si queremos que quede más líquida). Añadimos un chorro de aceite de oliva virgen, el pan, unos trozos de queso curado y las especias molidas. Batimos bien para conseguir una crema muy fina. Colamos la preparación con el chino, probamos y rectificamos de sal.

6. La crema se sirve caliente, con una cucharada de crema de queso y cebollino picado.