«Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
fienm di dederint, Leuconoe, nec Babilonios
temptaris numeros. Ut melius quicquid erit pati!
Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrenum, sapias, vina liques et spatio brevi
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit invida
aetas: CARPE DIEM, quam minimum credula postero.»
fienm di dederint, Leuconoe, nec Babilonios
temptaris numeros. Ut melius quicquid erit pati!
Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrenum, sapias, vina liques et spatio brevi
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit invida
aetas: CARPE DIEM, quam minimum credula postero.»
«No busques el final que a ti o a mí nos tienen reservado los dioses (que por otra parte es sacrilegio saberlo), oh Leuconoé, y no te dediques a investigar los cálculos de los astrólogos babilonios. ¡Vale más sufrir lo que sea!
Puede ser que Júpiter te conceda varios inviernos, o puede ser que éste, que ahora golpea al mar Tirreno contra la rocas de los acantilados, sea el último; pero tú has de ser sabia, y, mientras, filtra el vino y olvídate del breve tiempo que queda amparándote en la larga esperanza. Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa: aprovecha el día de hoy, y no pongas de ninguna manera tu fe en el día de mañana.»
La biografía de Horacio merece colocarlo en el panteón de los héroes. Quinto Horacio Flaco (Venosa, Italia, 65 a. C. – Roma, 8 a. C.), nació en una familia humilde, de procedencia esclava. Su padre era liberto y, con gran esfuerzo, le proporcionó una educación muy refinada para su posición social, que Horacio aprovechó con gran brillantez, a pesar de las barreras sociales.
Puede ser que Júpiter te conceda varios inviernos, o puede ser que éste, que ahora golpea al mar Tirreno contra la rocas de los acantilados, sea el último; pero tú has de ser sabia, y, mientras, filtra el vino y olvídate del breve tiempo que queda amparándote en la larga esperanza. Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa: aprovecha el día de hoy, y no pongas de ninguna manera tu fe en el día de mañana.»
La biografía de Horacio merece colocarlo en el panteón de los héroes. Quinto Horacio Flaco (Venosa, Italia, 65 a. C. – Roma, 8 a. C.), nació en una familia humilde, de procedencia esclava. Su padre era liberto y, con gran esfuerzo, le proporcionó una educación muy refinada para su posición social, que Horacio aprovechó con gran brillantez, a pesar de las barreras sociales.
En su madurez llegó a ser la mayor gloria de las letras de aquellos días, frecuentando la mesa del emperador y gozando de la protección del millonario Mecenas, su mejor amigo en la madurez, junto al que fue enterrado. Sus poemas eran recitados en todos los rincones del Imperio, auténticos himnos “pop” de enorme repercusión social.
A él debemos este precioso poema, de plena actualidad. Extraígamos al día todo su jugo.
A él debemos este precioso poema, de plena actualidad. Extraígamos al día todo su jugo.
[el dibujo es de Caspar David Friedrich "Las ruinas del monasterio en la nieve"]
A Horacio -buen amigo de sus amigos- le hubiera agradado
dedicar este poema a un amigo, y así lo hago yo,
que lo recuerdo a la memoria de JLML, que nos dejó estos días
para siempre...
aunque siempre nos parezca mucho tiempo.