El Torcal nunca defrauda y yo nunca me cansaré de contemplar los pilares, las cornisas, las esculturas formadas por la disolución de la caliza. Un paisaje de karst realmente espectacular y que cambia muchísimo a lo largo del año.
En esta época es muy curioso ver los majuelos y los escaramujos (rosa mosqueta) cargados de bayas, esperando recibir a los pajarillos que los devorarán al comienzo de la primavera, cuando comiencen a volver de sus cuarteles de invernada en la costa o en África.
Es fácil caer en la metáfora trillada de los castillos, gigantes o cíclopes, pero bueno, es que todo el paisaje está lleno de rocas de una fuerza expresiva tremenda, pura poesía geológica.
El Torcal es una zona protegida donde está prohibida la caza desde hace bastante años. Esto permite que la fauna se haya acostumbrado a la presencia humana, permitiendo observaciones muy cercanas. Estos ejemplares de Cabra montes formaban parte de un rebaño que ramoneaba entre los riscos de caliza. Las fotos están hechas con una cámara compacta, así que imagináos la distancia tan corta a la que aguantaron los animales.
El atardecer pintaba las pedrizas de cobre y bronce.
Y desde el mirador contemplamos en silencio el espectáculo del sol poniendose, momento en que la temperatura descendió rápidamente. Volveremos por primavera para disfrutar del renacer de la vida entre estas rocas, que siempre guardan sorpresas.
1 comentario:
Menudo sitio.... una joya para perder la cabeza y el cuerpo! Lástima la horda de VANDALOS que todos los fines de semana suben al Torcal a porculizar con ruidos, cogiendo flores, pisotear y llenándolo todo de basura. Un abrazo
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