Lo primero que debéis saber en esta historia es que Krishna es un héroe muy famoso de la religión hinduista, tan famoso como lo fue Hércules aquí en Europa. Sus hazañas le llevaron a ser considerado un auténtico Dios, adorado por millones de personas en todo el Mundo.
Antes de llegar a ser un Dios, el joven Krishna fue pastor, y recorría con su rebaño de vacas y su flauta las fértiles praderas del norte de la India, siempre cerca del bosque y del río, donde están los mejores pastos.
En su deambular con las amables vacas, siempre se encontraba otros rebaños, casi siempre conducidos por las Gopis, las jóvenes pastorcillas de un pueblo cercano.
Krishna no vivía en el pueblo, sino en una cabaña de troncos y cañas en medio de la selva, con lo que sus conversaciones con las Gopis eran su único contacto con el mundo de los hombres.
Le encantaban sus vestidos llenos de colores y sus alegres canciones, que podía escuchar cuando se acercaban al río a lavar o a dar de beber a su rebaño. Sus voces eran tan distintas de los cantos de los pájaros a los que estaba acostumbrado…
De entre todas las Gopis, la favorita de Krishna era Radha, que tenía una piel tan morena como él y que siempre llevaba un vestido dorado, verde y azul. Se pasaban las tardes tocando la flauta, recogiendo flores en los límites de la selva y observando las mariposas.
Cuando alguna vaca de Radha se perdía, Krishna la localizaba con su fino olfato y con la ayuda de los pájaros –sus amigos-. En el pueblo se decía que Radha era sin duda la mejor pastora y que encontraría un novio muy bueno para hacer una boda ventajosa.
En realidad, Radha no quería casarse, o al menos no quería casarse con otro que no fuera Krishna; pero nuestro héroe ya le había dicho más de una vez que no quería bodas, que su vida estaba hecha para la aventura y para el viaje. Era mejor que buscara un buen marido, y él la visitaría de vez en cuando para compartir la flauta, la selva y las mariposas.
Los padres de Radha encontraron un novio y a ella le gustó. Era también pastor, pero de ovejas y cabras, de un pueblo cercano. Era cazador de faisanes con su arco, más alto que Krishna y con la piel más pálida. Risueño y bailador, sería un buen padre y un buen compañero.
Se fijó el día de la boda, y el padre de Radha compró ocho barriles de vino oscuro y dulce para el banquete. De camino a su pueblo, la mala suerte provocó que una rueda del carro donde llevaban la comida se partiera, derramando el vino de siete de los ocho barriles.
Al borde del camino, Radha y su padre lloraban desconsolados en el momento en que apareció Krishna, con su flauta y su callado. –Seguro que no podrá haber boda, puesto que no tenemos dinero para más vino-. –Un banquete sin vino da mala suerte, y los invitados dirán que no vamos a ser felices-.
-Eso son tonterías- dijo Krishna- la buena suerte la da el amor y no el vino; pero creo que podremos arreglarlo. Dejad todos los barriles aquí mismo, los siete vacíos y el lleno, y regresad mañana al amanecer, antes de la boda.
Cuando ya había anochecido, Krishna entró en el pueblo con su flauta y fue despertando a todas las pastoras Gopi, que descansaban después de un día apacentando el ganado.
- Venid conmigo, os necesito.
Llevaron los barriles al borde del río, donde comienza la selva, y Krishna dio instrucciones de repartir el vino del único barril lleno entre los ocho barriles.
Conducidas por nuestro héroe, las Gopis añadieron agua fresca al vino hasta llegar a la mitad de cada barril, y comenzaron a recorrer la selva buscando mangos, naranjas y piñas, que iban pelando, exprimiendo y añadiendo a la mezcla.
Muchos grupos de monos y de cotorras, amigos de Krishna, se unieron al trabajo, señalando a las Gopis los mejores naranjos y las frutas más dulces; mientras que las luciérnagas iluminaban la oscuridad del bosque.
Krishna buscó en su zurrón y sacó un tarro de miel, un puñado de cortezas de canela y una raíz de jengibre, que repartió entre los barriles. También pudo añadir leche recién ordeñada de una enorme vaca que apareció de lo más profundo de la selva. El animal era el más blanco que nunca se había visto por la comarca, y por la mañana fue ofrecido como regalo de boda a Radha y a su marido.
- Podéis ayudarme a montar los barriles en el carro, hemos terminado.
Aunque quedaban ya pocas horas para el amanecer, hacía una temperatura estupenda y las Gopis aprovecharon para bañarse y jugar en el río. El futuro Dios del amor tocaba la flauta desde una rama a la luz de la luna, y en el futuro siempre recordaría esa noche como la más feliz de su larga vida.
La boda de Radha se hizo muy famosa por el exquisito refresco que sustituyó al vino, una bebida que puso una sonrisa en los corazones de todos los invitados y que pronto se hizo muy popular en la India.
Radha y su marido siempre agradecieron el regalo que les hizo la selva… el vino de Krishna.
Todas las láminas proceden de grabados hindúes anónimos del siglo XIX, recopilados en diversas revistas de arte.
1 comentario:
Qué chulada, me recuerda a la historia de la boda donde Cristó rellenó los barriles vacíos.
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